Desahogo y reseñas

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EN UN RINCÓN DE LA CAMA.

enero 25, 2018

EN UN RINCÓN DE LA CAMA.

Crisis.

Crisis Momentánea.

En un rincón de la cama las lágrimas ruedan y las piernas tiemblan. El corazón late veloz y los sentimientos que provocan que la lengua se amargue, se apoderan poco a poco del cuerpo.

La respiración se corta y ligeros gemidos de dolor se escapan de la boca. La mente no alcanza a pensar en nada que no sea en la aparente agonía de su alma y en lo inútil que resulta ser su persona.

Entonces la ira hace presencia recorriendo cada parte de su cuerpo. Ella no entiende el poder de su amargura, tampoco entiende de dónde viene ni por qué llora por ella.

Y no puede actuar. Se siente inhabilitada, absorbida por la ira y por el llanto que no cesa. Sólo puede pensar en su dolor y lo inútil de su ser, ni si quiera en una situación que hace que su corazón tome pausas peligrosas puede hacer algo al respecto…

Con las piernas encogidas se rasguña fuertemente los tobillos y ante la nula respuesta de su cuerpo avienta un zapato a la pared con la fuerza suficiente para emitir un grito agudo, producto de los gemidos.

Deja de sentirse mujer, se siente una niña, una pequeña que necesita un abrazo. Las lágrimas cobran fuerza, pero la ira desaparece. Acaricia con ternura sus piernas al notar que ya no tiemblan.

Su respiración se tranquiliza, ningún sonido sale de su boca. Aún piensa que es inútil, pero ya no es una inútil con fuerza… todo esto sucede en un rincón de la cama.

***

Hora de dormir

La cama: un lugar de tortura, al mismo tiempo un lugar pacífico.

La mujer da vueltas en ésta esperando cansarse más de lo que ya está. Bebe agua; bebe leche, nada funciona.  Enciende la luz y luego la apaga. Se levanta y comienza con algunos ejercicios; vuelve a acostarse pero la cama es necia, esta sigue siendo lugar de tortura. Pasan las horas y la desesperación incrementa, la hora de “despertarse” se acerca y la mujer no ha descansado. Reza y reza, llora y llora; la cama lo ha dejado claro: la odia. Sin duda la mujer también odia a la cama.

A veces lo logra y se duerme en medio de la desesperación. Otras, con un enojo inmenso, se queda despierta haciendo rabietas sabiendo que no puede desquitarse con nadie (salvo consigo misma).

Algunas veces la cama le hace pensar, otras sólo soñar. Y cuando ya está cansada de ser buena, sólo no la deja dormir, imposibilitando sus otros dos grandes factores: el pensamiento y el sueño. Estos desaparecen, se vuelven inexistentes; estos que hacen de la cama un lugar pacífico pierden la lucha contra la tortura y este acto se convierte en un juego que vuelve vulnerable a la mujer.

Ella en la cama puede hacer el amor –o hacerse el amor–, puede dormir, puede leer, puede escribir, o bien puede sólo existir. ¿Cuándo fue que la cama decidió no amarla lo suficiente? La mujer ha perdido mucho, por eso se sigue aferrando a esta aun cuando llega a odiarla.

La cama como lugar pacífico le da esperanza y cuando concilia el sueño rápido, cuando se acuesta contenta, incluso cuando está triste y esta le conforta, la cama prueba no ser una total tortura.

Hora de dormir, ¿cuándo te convertiste en una decisión súbita?


    Escritora.


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