Licor de café

Hubo un momento en el que moviste algo que yo no quería que movieras, pero de alguna forma u otra, el trancazo estaba dado.

No sé qué fue, si las conversaciones largas y de varios mensajes todos los días, los audios largos, las canciones tocadas y cantadas, los obsequios inocentes, los canciones bailadas… No lo sé. No sé si fue tu interés en mí, la manera en la que me hacías rabiar con tus fastidios locos, la química al bailar o las risas al menguar la tensión con tus tonterías. Puede que hayan sido tus mordidas en mis cachetes o los besos que quisiste robarme. Quizás fue todo junto.

Estaba tan ocupada con otros retos que no vi las flechas que me disparabas. Habría volteado mi escudo hacia ti. Demasiadas coincidencias. Demasiada suerte para ti.

No te dejé robarme esos besos, una especie de ley personal. Si alguien me gusta en serio, no puedo darle mis labios hasta saber si la pena lo valdrá.

Después de todos estos días, de todas estos encuentros, sé que hay algo. Y quiero que tengas el valor de decírmelo. Que me me mires a los ojos y te sinceres conmigo. Oír de tu voz lo que esperas de mí, lo que quieres de los dos.

Con miedo, pero con valentía. Ambos, no sólo tú.