Primera llamada
¿Cómo se supone que crea en todo lo que me dices si no lo escribes en todos tus gestos conmigo?
¿Cómo esperas que ande tras de ti adivinando de qué humor amaneciste hoy?

Sabes que vengo huyendo de eso, ¿acaso quieres que huya de ti?
Dímelo, para empezar a correr. Todavía estamos muy a tiempo, el reloj está esperándome. Yo decido si la manecilla sigue malabareando o no con los segundos.
Después de todo lo que sabes de mí, y de los hacks que sin querer te conté, te sales por la tangente de lo inmaduro.
Me haces preguntarme qué hago aquí.
Estás perdiendo y no te das cuenta, porque quieres ir ganando. ¿Ganando qué?
Pensé que estábamos construyendo un camino en sentido contrario al miedo, pero tú te empeñas en hacerme regresar.
La sal muere para dar sazón. Se desbarata. Y yo no voy a desbaratarme por algo que no valga la pena, primera llamada. Primera llamada.
Mis letras me sirven para morirme aquí en las palabras y no en la vida real. Pero así como son consuelo pueden ser fuego, y abrasarte, con s.
Quiero huir, lejos, lejísimos de quererte. Y para lo fácil que me es arrancarme los sentimientos por la simple comodidad de no enredarme en intensidad sentimental, podría hacerlo mañana, en unas horas, en una semana.
Pero te advierto que cuando esto se vaya, no sabré cómo hacerlo regresar. Tú decides si vas a cuidar o no que quiera bailar contigo.