Desahogo y reseñas

Textos

Artificiales

marzo 10, 2019

Artificiales

Nos la pasamos pidiendo sentimientos reales, y cuando llegan, queremos salir corriendo. Esa es nuestra generación. Vamos deformando la forma de querer y la de amar.

Viendo esos fuegos artificiales mientras te abrazaba me hacía sentir que podíamos aspirar a lo que quisiésemos, sin problemas, porque estamos en la edad de no quedarnos con las ganas.

El miedo. El puto miedo a algo que ni siquiera existe, de lo que aún no hay indicios, de algo que está en nuestra imaginación, en forma de bogart.

Esos días fueron impresionantes. Yo sentía que me bajabas las estrellas. Y no podía ser recíproca contigo, yo de verdad quería pero algo dentro de mí no dejaba de bloquearme.

Cuando me dijiste que te gustaban mis ojos sentí algo bonito en el pecho, pero me tardé mucho en reaccionar decentemente. Ni siquiera recuerdo qué te respondí, creo que un mísero «¿por qué?», ya casi te decía gracias. Yo venía de haber llenado mis ojos de ilusión por alguien que al final me dejo con las ganas de enamorarme hechas trizas.

Me gustabas muchísimo, pero me costaba tanto proyectarlo… Sentía que cada paso era una prueba sobre la cuerda floja, como si alguien allá afuera estuviera espiando qué tanto me importaba lo que me decías o lo que hacías por y para mí. De verdad me hubiera encantado dejarme llevar desde esos días. ¿Será la razón por la que ahora puedo querer sin clavarme en las ilusiones? ¿La razón por la que estoy bien con lo que no somos? ¿El motivo por el que me siento libre y me gusta quererte libre?

Me costaba casi los dos ojos ser cariñosa contigo. No sé si de verdad fue pura voluntad lo que me permitió por fin dejarme llevar al menos un poco.

Tú retándome al ajedrez, pensando que ibas a ganar. Tú perdiendo en el ajedrez, alegando que me habías dejado ganar, como todo buen portador de testosterona. Tú, pidiéndome la revancha y aprovechándote a medio juego de lo mucho que me desconcentraba sentir tus labios en mi pelo y tus besos en mi cuello o en mi clavícula. ¿Lo hacías a propósito?

Yo, resignándome a perder, quizás algo más que esa partida.


    Amo casi cualquier forma de arte. No puedo vivir sin bailar ni respirar una semana seguida sin escribir. Las letras son mi refugio, y el baile mi manera de exhalar. Tengo 21 años y estudio Mercadotecnia y Medios digitales en México. Todo lo que ven aquí son pedacitos de mí que quise meter en este baúl, son libres de acabárselos a críticas. Al final del día, los lectores hacen al escritor.


    previous post

    Llorando otra vez

    next post

    Te soñé


    Leave a comment

    Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

    9 + once =

    Follow by Email
    Facebook
    Twitter