Abrázame muy fuerte…
Me parece cruel y estúpido teorizar sobre el tiempo.
Los últimos meses he escuchado “Abrázame muy fuerte” de Juan Gabriel casi de forma religiosa, creo que todos crecimos oyendo esta canción, pero al menos para mí nunca había sido tan trascendente. Con canción entendí mucho más sobre el tiempo, sobre mi corazón y sobre mis sentimientos.
El día que mi corazón se hizo pedazos, las personas se acercaron con una mirada piadosa y con un tono dulce a decirme “solo dale tiempo”. Me lo han repetido todos estos meses, que tengo que esperar que él pase, que suceda, que se meta en mi vida y haga lo que tenga que hacer.
Qué cruel es esperar, qué cruel es decir “solo dale tiempo” porque en esa oración, el tiempo, se repite dos veces: en el “solo” y en sí mismo. El tiempo se multiplica y es, básicamente, solo un ente que ronda entre nosotros haciendo quién sabe qué.
Todo lo que alguna vez leí sobre el tiempo me pareció inútil. Nada de lo que tengo sobre Kant hablando sobre él ha funcionado en mi día a día.
Y a todo esto, ¿a qué le tengo que dar tiempo?, ¿o será que el tiempo me da algo a mí?, no entiendo.
Juan Gabriel sin duda no se equivocó: el tiempo ha hecho estragos, muchos, el tiempo no tiene piedad, el tiempo va a pasar, el tiempo es y nos toca existir con él.
Sin duda el tiempo no me ha perdonado nada, me ha tratado como una pecadora que no tiene derecho a redimirse, y aún así me escuché a mí misma repitiendo lo mismo “solo dale tiempo”.
Ahí comprendí porque necesitamos ser abrazados fuertemente: porque es todo lo que podemos hacer cuando el tiempo pasa y arrasa con todo lo que está a su paso, porque es el único consuelo ante esas palabras, porque es nuestra única defensa, es una suspensión momentánea del tiempo, la única que podemos darle.
Abrazarnos con fuerza es entrar en un espacio donde el tiempo no puede hacer sus maldades, donde dejamos de esperar a que lo que tenemos que esperar suceda. El deber que tenemos con el tiempo se acaba, aunque sea tantito.
Yo sé que el tiempo existe, no sé muy bien cómo, pero lo hace y al parecer tengo que estarlo esperando y darle su lugar para después pasar a otra cosa, porque además esa es otra característica del tiempo: necesitas dejarlo pasar para que algo más suceda después. El problema es que no se tiene un concreto “cuándo” (por eso es tan cruel el “solo dale tiempo”, porque ese “solo” puede ser infinito).
He dejado que el tiempo pase, lo he hecho a regañadientes, con dolor, tristeza, con muchísima desesperación y mucho enojo, porque creo que no debería estar esperando nada, menos al tiempo, pero este sí ha pasado, lo he visto, me he dado cuenta. Y cuánto más pasa, más quiero decirte:
…por favor, abrázame muy fuerte mientras dejo que solo pase el tiempo.